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La generación de la Paz

Iniciemos el recorrido por una historia de héroes que no envejecen, cuyos nombres y lugares varían un poco. Así como sus enemigos que se alimentan de la violencia, el odio y la prostitución. Unos héroes y heroínas cuyas herramientas son: la tecnología y sus ganas de cambiarlo todo, porque para ellos es posible un país sin miedo, mientras el camino sea la paz. 
Fotografía de archivo tomada en Octubre de 2013, Semana de la Juventud.
El primer paso que dieron estos héroes nos lo explica Diana Suárez, representante estudiantil al Consejo Académico del ISER (Instituto Superior de Educación Rural) es una joven de 24 años, rubia natural- de corta estatura pero con un alto liderazgo que refleja seguridad- está rodeada de varios jóvenes a quienes les explica con empeño: “Mis amores, el movimiento juvenil inicia con las protestas por la masacre de las bananeras en los años veinte; luego, el 7 de junio cuando el dictador Gustavo Rojas Pinilla con su ejército asesinan a los jóvenes que formaron parte del brote de rebeldía e indignación. Nuestra historia está escrita con sangre. Nuestra historia a la colombiana”.

 Años después continúa este camino, con nuevos héroes y heroínas, con sus gritos de cambio: pies sobre el campo, plantón en la capital, puños al sol, banderas y carteles. Los jóvenes de los años noventa convierten una séptima papeleta en asamblea constituyente: el paso para un modelo democrático de sociedad. Esta lucha continúa con la llegada del siglo XXI: asentamiento de la globalización y la política neoliberal. Allí, nuestros héroes pierden la batalla contra la privatización y la defensa de los derechos humanos… 

Tomemos ahora rumbo a la segunda década del siglo XXI: 348 kilómetros desde Bogotá para visualizar entre erigidas montañas la ciudad estudiantil Nortesantandereana: Pamplona. Comparada con otras ciudades cuenta con un parque, una catedral y unas montañas con pequeñas casitas -como un pesebre- que rodean un pasado histórico por donde grandes libertadores transitaron. Aquí colectivos estudiantiles, barriales, sindicales, culturales, y LGBTI lideran la unidad juvenil por la paz. 

¿En dónde crece la juventud Pamplonesa? En dos ciudades distintas que comparten un mismo espacio geográfico. En primer lugar, la ciudad universitaria que reúne una buena porción de los jóvenes, donde muchos provienen de otras regiones del país: la costa y el llano. Aquí se da una diversidad cultural casi única: mientras unas calles parecen carnaval del vallenato, en algunos lugares se oye el prolongado ¡aaaaah! con zapateos y arpas interpretadas a grandes velocidades. 

En segundo lugar, la ciudad religiosa y cultural: Pamplonilla la Loca, la histórica ciudad mitrada, tradiciones conservadoras, museos de diferente temática, la ciudad de los pasajes por donde caminó Bolívar y cuna de grandes artistas de Colombia. En esta segunda ciudad encontramos a la mayor parte de la población juvenil –comprendida por los jóvenes de los barrios, del campo y los colegios- aquellos que por alguna condición no pertenecen a la Universidad de Pamplona. 

Aunque estas dos ciudades parecen jamás encontrarse, comparten un mismo territorio con dinámicas específicas y problemáticas vulnerables: No hay oportunidades de trabajo digno para los jóvenes, acceder a la salud y la educación es un beneficio de unos pocos y vivir retirado del casco urbano es una amenaza para su integridad. Entonces nos encontramos ante una ciudad desigual y aparentemente atrasada -a pesar de ser cuna de grandes ciencias- no se evidencia el aporte de la academia en el desarrollo local.

 Por consiguiente, esta ciudad funciona en torno a: fotocopiadoras, combos de mil, arriendos de habitaciones y aparta-estudios, venta de almuerzos (entre los 2 mil y 4 mil pesos), bares, billares, cafés internet, etc. Sin embargo, cuenta también con un afluente negocio de las drogas y la prostitución: cuyos protagonistas son otros jóvenes, aquellos que por necesidad o, gustosos de una vida cara, deterioran sus cuerpos y dignidades en la plazuela (foco central de la rumba en Pamplona). 

Por otra parte, existen muchachos humildes y trabajadores, que se le miden a madrugar y estar todo el día con una carreta en la plaza de mercado. Además son jóvenes que juegan futbol en el barrio, hacen `graffitis´ a sus enamoradas, brindan a Pamplona una esperanza que se está gestando. Un ejemplo de estos jóvenes es aquel al que le llaman “el peke” pero su verdadero nombre es Diego Cuadros, es un trabajador informal y estudiante, se rebusca en el parque o en el mercado con cualquier producto que pueda vender. Hace poco tuvo un enfrentamiento con la fuerza pública y afirmó: “La policía me cogió preso arbitrariamente por vender velas en el parque y de paso me golpearon… Ya no se puede trabajar, ni mucho menos estudiar.” 

En especial, este tema del conflicto armado y social del país es vivido a diario por la juventud: si nos vamos a las afueras están los Rastrojos extorsionando y creando fronteras invisibles. Los jóvenes son quienes en este siglo comandan esas organizaciones, son jóvenes las que se prostituyen y dirigen negocios para estos grupos. En la ciudad de Pamplona, pese a ser un pueblo chico, la extorsión, las pandillas, las peleas entre barristas y la trata de blancas son problemáticas que se evidencian con fuerza de jueves a sábado, luego llega el domingo religioso y el lunes a retomar la lucha por el pan diario. 

Ahora bien, ¿Cómo lograr detener esto? Desde el trabajo comunitario juvenil podemos reconocer el esfuerzo de JUDEPAZ (una plataforma de jóvenes de la zona urbana): conscientes de que el conflicto armado y social induce a los jóvenes a una vida que ven noche tras noche en telenovelas, los muchachos lo contrarrestan vinculando a la mayor parte de los pamploneses en espacios como: cine foros, debates, charlas, brigadas de atención a la población vulnerable, entre otras actividades. Desde sus iniciativas han logrado vincular a los demás colectivos e impulsar la unidad juvenil por la paz. 

Convocan a la gente gracias a la Internet, cuya particularidad tecnológica la convirtió en la herramienta casi vital de los jóvenes de esta generación. A través de formas interactivas comunican una causa, crean un evento, se concretan reuniones, entre otras. La prioridad para estos líderes es contar con acceso a la web. Kevin Rodríguez, un joven estudiante de música-siempre lleva su guitarra y usa en su cabeza un sombrero de estilo bohemio- es miembro del colectivo Alianza Estudiantil Universitaria, y explica las nuevas formas de interacción: “Por ejemplo, el fanpage de nuestro colectivo cuenta con cerca de 6 mil seguidores y un promedio diario de 3 mil visitas. Desde allí convocamos a reuniones casi de un día para otro y la gente asiste, o por lo menos se entera”. 

La juventud pamplonesa, ya sea desde el Facebook o el Parque Águeda Gallardo, se moviliza en torno a unas condiciones económicas deplorables, como por ejemplo: remuneraciones por menos del salario mínimo. Además, las bajas condiciones climáticas y la explotación laboral inspiran a los jóvenes a sindicalizarse o agruparse en movimientos para construir políticas sociales que luego son defendidas en los CMJ (Consejeros Municipales de Juventud). 

Sin embargo un estamento no parece ser suficiente para defender los derechos juveniles. A comienzos del mes de Marzo la alcaldía municipal expulsó a los jóvenes del único espacio que con esfuerzo se habían ganado para recibir todas las inquietudes del municipio con respecto al tema de juventud. Sin explicación alguna, ni un retiro formal, las cosas de la oficina aparecieron en el despacho de la alcaldía a punto de ser lanzados a la basura. 

Proyectos medioambientales, culturales, deportivos y, en especial, la Casa de la Juventud quedan en el aire para una administración que olvida quien es el soporte de su ciudad. Sin embargo, con las uñas limpias, los muchachos gestionan y buscan la manera de sacar adelante actividades como la Semana de la Juventud: En noviembre de 2013 lograron llevar una delegación de 80 personas al X Festival Nacional (y eso que eran más de 120 los interesados en participar).

Supongamos que los jóvenes que son activos políticamente se recogen en los sectores de los movimientos juveniles católicos, los consejos municipales de juventudes, las 15 organizaciones estudiantiles existentes, entre otros sectores sociales, componen un total aproximado de 33.180 jóvenes. La representatividad es incluyente, sin embargo, el compromiso es bajo, los dirigentes son vulnerables a ser cooptados por partidos tradicionales: recicladores de una política que debilita las garantías de los derechos sociales. 

Así que ni hablar de la única política que prima para la juventud en los planes de desarrollo: Salud sexual y reproductiva. El colectivo MHD (Mujeres y Hombres Diversos) organizan talleres y un espacio conocido como Mesa Café (un compartir en donde se debaten temas de género y diversidad), para la Semana de la Juventud 2013 querían dar una charla de prevención y esta fue una de las afirmaciones de Andrés David Gamez, integrante del Colectivo: “Somos estigmatizados día tras día, tanto por padres, docentes y ¡peor aún! ¡Por otros jóvenes!, no comprenden la magnitud e importancia de nuestras iniciativas... Nuestro colectivo fue a pedir un apoyo de condones a la institución competente y nos negaron, ¡Dijeron que les trajéramos condones de Venezuela!”. 

Las vulneraciones a los jóvenes han trascendido de lo educativo a lo político y económico. Aun así, esto no impide que las calles de Pamplona estallen de jóvenes que apoyan el campo, de mujeres que reclaman paz y de jóvenes victimas que piden verdad y reparación. Desde los jóvenes sindicalizados, María Alejandra Vera -una joven docente de Trabajo Social- se impone frente a un micrófono en una movilización en apoyo al paro agrario y afirma: “La construcción la hacemos día a día, desde nuestros hogares y trabajos. Desde una participación equitativa de la mujer en los escenarios políticos, desde la plataforma de unidad todos los jóvenes aquí presentes logramos sacar adelante la semana de la juventud, nos fuimos a los barrios humildes y con cultura y formación le regalamos una sonrisa a los niños…”. 

Más allá de la educación y las garantías para los derechos sociales, un pueblo avanza por la calidad humana de sus habitantes. Pamplona: la ciudad del pastel de horno, “la costa fría”, la ciudad del parque y la plazuela, valle de montañas; una ciudad que al mismo tiempo se siente campo; una ciudad en donde falta más comunicación entre los actores sociales que confluyen en ella; una ciudad con buenas personas, pero también, una ciudad que concibió la generación de jóvenes constructores de una alternativa para su desarrollo social: la paz.

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