Un pequeño mundo, un laberinto lleno de puertas, una idea loca tras otra, un universo perpendicular a este en el que vivimos…todo eso soy yo. Con una idea caprichosa encamino mi vida a una meta desconocida, no tengo un destino, no tengo un espíritu, no busco felicidad, lo único que hago es explorar el mundo, encontrar lo que en realidad es vivir la vida, comer chocolate, alojarme en el mundo de los sueños por tiempo indeterminado y envejecer; después de esto no queda nada más que quejas, aburrimiento y muerte. Peor sería estar muerta en vida como tantas personas que ni se han dado cuenta de su defunción y caminan como zombis con lujos que a nadie le interesa y al ritmo de espantosos ruidos.
Pese a que no tengo espíritu y no me apasiona nada en específico sino todo en particular, me hallo en una paz inexplicable, vivo una tranquilidad amena, respiro profundamente y noto que todo aquello que nos acongoja es basura, que no se quiere dar solución más que aguantarse, que cada vez la sociedad va en decadencia y tapando todo con amor, alegría y dinero se crean utopías en los ciudadanos más desesperados. Ante esto yo tomo mi tecito, sonrío y disfruto viendo el espectáculo de angustiados paranoicos, mientras en el fondo tengo buen metal melódico sonando.
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